jueves, 25 de agosto de 2011

La ciudad no basta.


No, la ciudad no es lo suficientemente grande como para perderme en ella. No, no es suficiente; ni las calles, ni los autos, ni el ruido, ni los edificios, ni los kioscos, ni el mar de gente que circula a diario la hace lo bastante grande para desaparecer. No puedo internarme en ella buscando escapar, porque no tiene ninguna salida. Está saturada, repleta, congestionada con tu presencia y tus recuerdos. Y hay miles de cosas y personas dentro de ella, pero tú, siempre tú, inoportunamente, apareces incluso cuando es más difícil hallarte. Apareces como fantasma, con tu andar pausado, despreocupado y casual, inundando la ciudad de ti, de tu olor y tu calor, y no puedo no toparme con alguna parte de ti en esta maldita ciudad, tan grande y pequeña a la vez. Y cuando creo que la ciudad empieza a abrirse, y expande sus límites, apareces como ahora lo haces; por eso estoy acá, intentando ahora desimpregnarme de ti otra noche más, ya casi como una rutina. Prendo un cigarro y me relajo, para luego seguir paso a paso el desprendimiento de ti, de tu olor, de tu presencia ausente, fantasmagóricamente estresante. ¡Qué capacidad la tuya de aparecer en los lugares y momentos menos indicados! aún cuando es más difícil encontrarte.
No. No, no, no y no, la ciudad no es lo suficientemente grande para no encontrarte en ella, y nunca lo será.

viernes, 19 de agosto de 2011

Perder el miedo.


Si algo he aprendido este último tiempo es a no tener miedo. Vivir limitadx por el miedo es lo peor, porque al final no vives, sino que sólo sobrevives, y eso no es vivir. Personalmente antes vivía limitada por miles de cosass, mi miedo era principalmente la no aceptación de lo que hacía o fuese a hacer. Pero puta, dejé de hacer tantas cosas por eso, que me arrepiento caleta. Tuve la suerte o mala suerte de tener unos papás super preocupados, o mejor dicho, una mamá sobrepreocupada de mí y mis hermanos. Casi siempre para todo había un “¡NO!” rotundo como respuesta, y nunca, hasta ahora, nos atrevimos a hacer algo que fuera en contra eso. Ahora miro pa’tras y veo que perdí tantas oportunidades de hacer cosas que en su momento me hacían sentir feliz, que me doy cuenta de que no he disfrutado mi vida como quisiera. Siempre habían frases como “no te mandas sola”, o una más clásica: “mientras vivas bajo este techo…”. Había un sinfín de posibles peligros allá afuera que sólo mi mamá veía que me impedían tener los momentos que yo quería vivir; si al final, fuera buena o mala experiencia, todo iba a ser un aprendizaje. Pero parece que yo nomás veía las cosas así.

Yo entiendo que los papás siempre quieran lo mejor para sus hijos, pero ¿hasta qué punto uno como papá puede cuidar a sus hijos? Pese a no ser madre, creo que llega un momento en el que tienes que dejar que se caigan para que puedan aprender; si al final, vivir es como andar en bicicleta: debes aprender a sostenerse sin tambalear, o caerse; al principio siempre cuesta, pero llega el momento en que, si enseñaste a sujetar bien el manubrio y pedalear con seguridad, puedes andar tan fuerte como quieras, sin temor a caerte, porque sabes exactamente cuán rápido puedes andar sin perder el control. Los papás, lamentablemente, no están con nosotros para siempre, cuidándonos de “las cosas malas” que pueden haber. Por ello creo qu deben enseñarnos a vivir sin miedo a caer o equivocarse, orque es también parte de la vida. Yo lo aprendí sola, porque pocas veces me dejaron sacarme la cresta en bicicleta. Y estaba tapá en miedo, viví temerosa de vivir muchos años, pero hoy no, hoy soy libre de vivir mi vida como quiero y creo que mejor me sale, como más feliz me hace. Lamentablemente aprendí eso después de perder algo my importante para mí, pero tal vez ese es el costo de aprender. Yo no quiero llegar a vieja y preguntarme qué he hecho con mi vida, como le pasa a mi mamá. No quiero no saber cómo han pasado mis años, sin disfrutar de las cosas que me gusta hacer. Quiero vivir según lo que quiera hacer, no sólo lo que deba hacer. Y cuando pienso eso, no puedo evitar escuchar a mi mamá repitiéndome “¿qué harías si yo no estuviera aquí diciéndote cosas, o “poniéndote límites?” y pucha, sin pensarlo mucho creo que haría lo mismo que hago, pero sin haberme escondido nunca, con tal de no soportar una mala cara, o un mal rato. Pero ¡qué importa! Si al final perdí el miedo. Mis papás o cualquier persona que realmente me quiera o quiera a cualquier persona, estará con ella en todo: en las buenas, en las malas y en las peores, sin importar si se cae y rompe la bicicleta, porque al final “lo que hay que vivir, lo que hay que soñar, hay que vivirlo”. Y te vuelvo a dar las gracias =). Estoy tranquila, voy despacio. Soy libre al fin. Perdí el miedo.

Y extrapolando un poco, más allá de mí, lo mejor de todo, es que esta pérdida del miedo se está viendo caleta en la gente "común y corriente", las dueñas de casa, los trabajadores, los estudiantes y hasta los viejitos, con respecto a el "miedo" a las autoridades (porque no podemos hablar der respeto, porque el respeto se gana, nunca se impone). Pero esa es harina de otro costal. Otro día escribiré de eso :)



miércoles, 10 de agosto de 2011

La utilidad de estar solo.

A quién no le ha pasado que se ha sentido solo. Un rato, por unas horas, una tarde, o siempre, sientes que eres uno en el mundo. No hay un partner, un amigo, o un hermano, sólo eres tú. Es como salir a caminar por la ciudad de noche, y extrapolar imaginariamente, y verte como un punto en la ciudad iluminada, con bullicios de automóviles que andan raudos por calles y callejones citadinas que están llenas de tantas cosas que no te llenan, y que al contrario, te hacen sentir más solo aún.
Sin embargo, creo que lo preocupante de todo esto no es sentirse solo y estar, efectivamente, solo; sino que lo contrario: sentirse solo y saber que en realidad no es tan así. Que tiene familia/amigos/compañeros de U y de trabajo que de alguna manera llenan o intentan llenar tu vida. Lo triste es cuando eso no pasa, y te rodeas de cosas que no te llenan voluntaria o involuntariamente. Y te sientes solo estando en compañía, que es peor. Pero, independientemente de lo penoso que puede resultar sentirse solo sin estarlo realmente, pese a todo, creo que estar solo no es tan malo, porque te fortaleces al saber que a fin de cuentas sólo te tienes a ti mismo el cien por ciento del tiempo, y que al final, si te tienes a ti, tienes lo necesario para salir adelante, ante cualquier adversidad. Y te haces fuerte, y te vales por ti mismo; pero eso no significa que no necesites a nadie más. A veces es bueno estar solo, pero sólo cuando sabemos estarlo, y aprendemos a manejarlo. Soledad puede ser, quizás, la independencia de algún modo. O quizás no, no lo sé. Lo único cierto es que de alguna manera se aprende a estar solo. Y, a veces, eso nos enseña y sienta muy bien.