martes, 26 de julio de 2011

L.L.L

Las películas de Disney siempre nos mostraron princesas muy flaquitas, delicadas y bonitas que hacían el aseo muy felices en sus casas o castillos esperando que llevara el noble príncipe azul en su corsel blanco para llevarlas a un lugar mágico donde vivirían felices por siempre. Pero, ¿quién dijo que ser mujer tiene que ser, necesariamente, ser delicada? Socialmente, desde pequeñas nos enseñan cómo ser una “buena mujer”: si usamos vestido debemos sentarnos con las piernas cruzadas, para salir nos debemos peinar bien, usar maquillaje (“arreglarnos”), los impulsos se deben reprimir, sin amor no puede haber cama, las groserías no son palabras dignas de salir de nuestra boca, y por supuesto jamás se constesta de forma altanera. Incluso, clasifican los juegos “para niñas” y “para niños”. Juegos para niñas: las tacitas, la mamá, la cocina, y derivados. Juegos para niños: la pelota, los autos, subir árboles, cazar lagartijas y pelear. Si una niña juega juegos de niños recibe apodos como “juana de tres cocos” o “marimacho” porque pese a ser niña, se comporta como niño, y eso es terrible, obvio, porque no cumple el rol social de mujer sumisa que se enseña socialmente.

Si pensamos históricamente esto, encontramos la respuesta del por qué a las mujeres se nos intenta inculcar este rol servicial de mamá y dueña de casa: la mujer siempre estuvo ligada a tareas hogareñas y familiares, como cocinar, coser, limpiar y criar, mientras que al hombre se le permitía hacer todo lo demás. Siempre tuvimos menos derechos, ni voz ni voto. Incluso en las religiones monoteístas se deja de lado el rol de la mujer, y se minimiza a un papel servicial, sumiso, que no se levanta si no se lo permiten. Se supone que ello está obsoleto, y que este rol se dejó de lado hacen ya varios siglos, pues el papel de la mujer en la actualidad está en un mismo nivel que el del hombre, y se pregona que ambos realizan las mismas tareas. Sin embargo, estamos lejos de ello, pues la mujer realiza muchas más tareas porque el hombre, con su mentalidad socialmente adaptada para ser atendido, rechaza muchas veces realizar tareas del hogar, no ocurre en todos los casos pero en la sociedad chilena existen varios especímenes así.
Yo personalmente de chica fui una Juanita 3 Cocos, me subía a los árboles, jugaba a la pelota, peleaba a combos con mi hermano y cazaba lagartijas, y nunca dejé de ser mujer por hacer todo eso. Sé cocinar, me carga hacerlo, pero lo hago igual, sé lavar, sé planchar, y realizar cualquier quehacer doméstico, pese a que nunca fui, ni seré, el prototipo de mujer que la sociedad espera que sea: no soy delicada, me tiro flatos, me encanta hablar con garabatos cuando bromeo con mis amigxs, no digo las cosas con eufemismos para que suenen mejor, peleo si tengo que pelear, y defiendo a los míos a combos si es necesario. Me carga cuando me tratan de “poco femenina” por ser así, mi feminidad la demuestro en otras cosas, me gusta vestirme bien sólo porque me hace sentir bien a mí misma, me maquillo cuando salgo porque me gusta hacerlo, no porque me tenga que “arreglar”. Valoro mi cuerpo y lo cuido por lo mismo, tomo decisiones responsables con respecto a él, en tanto a lo superficial como a lo más íntimo; eso no quiere decir que ande tapada como monja ni exhibiendo lo que tengo, sé lo que soy y lo que tengo, y nada de lo que puedan pensar o decir los demás cambiará mi forma de relacionarme conmigo y mi cuerpo. Me carga cuando ven a una mujer sin maquillaje y despeinada y dicen “que fea se ve, debería arreglarse como si la manera en que la ella ES la deslegitimara como mujer sólo porque no se estuca la cara o no se alisa el pelo. Los patrones de belleza y feminidad que nos imponen socialmente nos hacen olvidar que somos mujeres por ser como somos y quienes somos, seamos como seamos; si nos sentimos cómodas con maquillaje bien, y si preferimos no hacerlo, bien también, pero es una opción personal que no se condice con el grado de feminidad que tengamos. Son clasificaciones machistas que al final buscan la belleza más simple. Hay que romper con eso, somos mujeres de todas las maneras que queramos serlo, con vestido o pantalón, peinadas o chasconas, con maquillaje o al natural.
¡Ni sumisas ni devotas, las mujeres siempre libres, lindas y locas!


jueves, 21 de julio de 2011

Acertar y No.


Porque es mejor que duela todo lo que tenga que doler, pero al menos ya sabrás todo. Sabrás a qué enfrentarte. Sabrás que no habrá nada que sea peor. Y habrás jugado todas las cartas, seguramente, y tendrás en algún momento una paz que te dejará conforme contigo mismo, y es te permitirá, a su momento, avanzar.

¿Con o sin filtro?

Sin. Las verdades con filtro, creo, son verdades a medias, verdades maquilladas. Eufemismos, con la excusa de “no hacer el golpe tan fuerte” o “generar traumas”. No, para mi la verdad va a la vena, sin anestecia; al pan pan, vino vino, no hay otra forma. Y seguramente dolerá, llorarás, pero sabrás las cosas como son. En algún momento de tu vida te darás cuenta dee que ya es tiempo de cicatrizar la herida que te provocó saber la verdad (cruda, pero verdad al fin) y ya no tendrás miedo, porque al final, sabes las cosas tales como son: sin eufemismos, sin maquillaje, ni cosas que descubrir que reabran esa herida.

¿Honestidad Acertiva? ¿Sirve?

Para mí, en lo personal, no. Es poner anestecia, es maquillar, es ocultar algo, por mínimo que sea. Aunque sea sólo utilizar otras palabras, éstas cambian el significado de la frase cuando reemplazan lo original, la verdad. Lo peor de ser acertivo para decir las cosas, para mí, creo que es que es un estado que no siempre tienes, por tanto, de partida, cuesta ser acertivo. Por lo demás, si hay insistencia y la paciencia se acaba, se pierden las palabras que no dañan, el filtro, el maquillaje se corre y paf, rabia + presión = verdad a secas. Sin filtro. Y es peor. Es peor enterarse de las cosas de esa manera, porque es como si estuvieras cayendo al vacío y de la nada te enganchas en una rama y crees estar a salvo, pero apenas logras estabilizarte la rama cede y paf, caes al vacío, con la angustia de saber que pudiste salvarte y en verdad no fue así. Si la rama no apareces, te resignas, no te esperanzas a base de nada, es simple, por lo menos para mí. Si te caes al vacío, caerás mucho tiempo, no habrán ramas que te hagan hacer “escala” mientras caes, simplemente esperas que llegue el fin del vacío y reponerte de la caída, para, algún día, levantarte. ¿Se puede levantar uno pese a las ramas? Claramente, pero creo que te cuesta, porque si hay una rama, ¿por qué no puede haber otra, que te ayude a detener de vez en cuando la caída (cuando se pone muy fea)? Al final creo que te desgasta, es esperar algo en base a nada, y creo que terminas de igual manera asumiendo que caerás en algún determinado momento, pero no lo asumes apenas tropiezas, sino mucho después. El proceso se alarga, creo yo, las verdades maquilladas pueden hacer menos daño, pero alargan enormemente el proceso. O al menos eso pienso. Por eso… yo prefiero arriasgarme y que me digan la verdad. Siempre.

Y así como la tele.... mentir es una droga más.